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NOCTILUCA


NOCTILUCA



El siguiente es un cuento llamado "Noctiluca". Apareció en el libro "Guía para los niños que quieren salvar el planeta" de Patricia Hume, Ed. Diana, 1a ed., 1991:


NOCTILUCA


Había una vez una niña que vivía en el tercer planeta más cercano al Sol, se llamaba Mónica, vivía en la Tierra donde había nubes que volaban sin hacer ruido; viento que soplaba sin gritar pero podías sentirlo y sabías que ahí estaba; había flores que crecían sin que nadie se diera cuenta y árboles tan altos que de noche, cuando tocaban las estrellas con sus ramas les hacían cosquillas y reían a más no poder.

Un buen día Mónica empezó a darse cuenta, se fijó que las nubes ya no caminaban tan rápido, había otras nubes negras que atoraban a las blancas; el viento ya no se sentía como antes porque se había vuelto más espeso y los gruñidos de los motores no dejaban oír las carcajadas de las estrellas... la niña se empezó a  olvidar de que el viento era su amigo porque el polvo lo reemplazó y los ojos le lloraban cada vez que intentaba ver una puesta de Sol; los colores brillantes de las flores se tornaron opacos, todo eran tonos de gris y cada día las estrellas se alejaban más atemorizadas de lo que sucedía en la Tierra.

Mónica empezó a decirles a sus amigas lo que estaba sucediendo, ¿qué está sucediendo? preguntaba intrigada. No le hacían caso, hablaba con su familia, su abuelita, su tía, su hermana, el vecino, el guardabosques y el bombero pero todos hacían ruido en vez de escuchar al Sol y al agua. Al ver que nadie la escuchaba, decidió preguntarle al mar.

El mar sabía hacer olas grandes y transparentes, espumosas, que golpeaban su espalada y olas pequeñas que brillaban con los rayos del sol y murmuraban con la arena dejando que la espuma volara con el viento directamente a su cara.

La niña vio 20 puestas de sol y después, dejando sus huellas sobre la arena regresó a casa. Pero, todo había cambiado. Su mamá la miró con ojos incrédulos y al ver la telaraña que brillaba en su boca gritó: "¡Mónica, habla, platica, grita!".

La niña pensó qué raros se comportaban los adultos. Antes todos le decían que hablaba como loca hasta por los codos, que se callara, que en realidad no importaba que no oyera el viento ni la risa de las estrellas; había coches, camiones, radios, televisores, tocadiscos, teléfonos... y entonces vio como brillaba su telaraña. En la noche era como una estrella, como un caleidoscopio. Mientras más la cuidaba, más brillaba y más formas maravillosas adoptaba.

La tía, el tío, el policía, la maestra, la amiga, el lechero, todos le tenían miedo a las telarañas. Por eso en sus árboles de Navidad ponían escarcha plateada y por lo mismo todos los días rociaban insecticidas mortales en los rincones. La niña empezó a ver de nuevo las estrellas y observó cómo cada día crecía más su telaraña y cómo cada día las estrellas se acercaban de nuevo. Cada día se parecían más a su telaraña.

Una noche salió al mar y ahí estaban las estrellas... ¡Se habían caído al mar! Corrió sumiendo los pies en la arena y escuchándolo todo, descubrió que las estrellas tenían telarañas tan bellas como la suya, pero platicaban. No tenían que estar en silencio para conservarlas. La niña no quería hablar, tenía miedo de perder su telaraña. Poco a poco aprendió el lenguaje de la arena, del mar y las estrellas y empezó a hablar primero muy despacio, quedito, murmurando apenas. Luego más fuerte hasta que gritó, gritó entonces junto con el viento, los árboles, el mar y junto con su telaraña.

Las estrellas le hablaron de "Noctiluca", y la invitaron a ir. Noctiluca es el asteroide más bello de la Tierra. El único que brilla por sí solo. El único que nadie en la Tierra puede ver y el único en el que las telarañas brillan como la Luna, la arena tanto como las estrellas y las puestas de Sol pueden verse con sólo desearlo. Ahí se puede gritar y las nubes contestan. Eso dijeron las estrellas y la niña llegó a Noctiluca con una puesta de Sol y una Luna llena, con una ola que se rompía una flor que se abría.

... y los tíos, las tías, los bomberos, los maestros, los doctores, los amigos, la abuelita, el hermano, el papá... no pusieron hilos de plata y tampoco cortaron árboles de Navidad. Los árboles definitivamente ya no reían y los insecticidas perjudicaron tanto a los niños como a las arañas...

Las espigas murmuraban en el campo, doradas espigas que eran olas de oro sobre la tierra; las nubes corrían y llovía, y cada gota reía al caer. Un campesino salía a escuchar al viento, al agua y al Sol y en su mirada cruzaba algo que él conocía... y saludó a Noctiluca al pasar una gaviota rumbo al mar.

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