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CÓMO SE SALÓ EL MAR

En un puerto lejano, a la orilla del mar vivía un pobre hombre. Era Nochebuena, pero para él y su mujer nada tenía de buena pues no tenían ni una pieza de pan para celebrarla. Desconsolado salió ver a su hermano rico para pedirle algo de comer. El hermano muy malhumorado, le regaló un trozo de tocino y le dijo que nunca más volviera a molestarlo.


CÓMO SE SALÓ EL MAR


Con su tocino bajo el brazo se fue feliz, ¡tenía algo que llevar a su casa! En el camino encontró a un viejecito misterioso que le aconsejó que buscara por ahí cerca un castillo donde vivían unos enanitos que adoraban el tocino, pero que tuviera cuidado de no aceptar dinero como pago. Era mejor un pequeño molino que los enanitos guardaban con celo.

Así lo hizo, cuando tuvo el molinito regresó con el viejecito que le enseñó a usarlo. Simplemente se daba vuelta a la  manivela, se le pedía un deseo y le ponía en cierta posición para detenerlo.

No pueden ustedes imaginar la alegría de la pobre pareja cuando por fin pudo celebrar su Nochebuena y seguir pidiendo todo lo que quisieron. Pidieron él y su mujer una buena casa, ropa, mucho oro y, en fin, todo lo que hace feliz a la gente, pero sin exagerar.

Un día el capitán de un barco fue a comer con ellos. Claro, sale el molinito a trabajar y el capitán quiere comprarlo. El hombre que antes fuera pobre se resistía pero finalmente pidió un plazo para hacerse de todo lo que necesitaba para el esto de su vida y un buen pago de parte del Capitán, que se llevó el molinito. Pero, al Capitán se le olvidó un pequeño detalle: ¡preguntar cómo se paraba!

Realmente el capitán ya no deseaba salir más a navegar, pensó que si llenaba su barco de sal, su tripulación podría ir y venir vendiendo cargamentos mientras él descansaba y se hacía más y más rico.

Con ese plan le dijo al molinito: "a ver, ¡llena mi barco de sal!" El molinito obediente comenzó a llenar de sal el barco, que una vez lleno empezó a hundirse. El Capitán desesperado le gritó una y otra vez: "¡Párate, párate! -pero nada sucedía. El molinito siguió moliendo y moliendo sal.

El barco se hundió con todo y molinito, y como no hubo quien lo parara, el molinito sigue moliendo sal hasta la fecha; por eso nuestros mares son tan salados.

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