LA NIÑA QUE SEMBRÓ GIRASOLES

Hace muchos, muchos años, una niña sembró unas semillitas de flor en una maceta del jardín con la esperanza de verlas convertirse en lindas flores.

Todos los días les hablaba con ternura y les cantaba cancioncitas que ella misma inventaba con la idea de que así brotarían más pronto, pues sepan ustedes que las semillas son como niños, tratadas con ternura responden amorosamente.

La niña pensaba cómo podría comunicar a las semillitas que dormían enterradas debajo de la tierra que las quería. Fácil, las regaba todos los días y les daba luz del Sol así, cuidándolas, ellas pronto descubrirían su cariño y curiosas saldrían a conocerla.

Después de esperar ansiosamente dos o tres semanas, brotó un girasol, primero unas hojitas verdes que crecieron siguiendo el Sol; luego una modesta violeta que se escondía debajo de sus hojas. La alegría de la niña no tuvo límites. Todos los días salía a cuidar sus flores. Las abejas al descubrir tan espléndidos ejemplares iban y venían aviando a los demás para que libraran también.

Con el tiempo las flores se secaron dejando sus semillas para nuevas flores la próxima primavera...

La niña creció y tuvo que irse a otro país pero nunca olvidó la manera como respondieron las semillitas que se convirtieron en flores bellísimas, pues según se decían , seguían apareciendo cada año.

Más tarde, cuando la niña salió al mundo, aplicó la lección que había aprendido con sus semillas -tratar con amor a todas las creaturas de su alrededor...